EL “YO” IMPERIAL
CUANDO EL YO SE CONVIERTE EN EL ÁRBITRO DE LA MORAL
La
moral secular surgió como resistencia a la moral tradicional. En la perspectiva
tradicional, la moral está “allá afuera”,
mientras que para mucha gente ahora la moral está “aquí adentro”. La nueva fuente de la moral ya no es el
código externo sino el corazón interno. La moral secular es una
búsqueda de nuestro mejor o auténtico ser, que se cree que mora adentro.
EN ALGUNOS SENTIDOS ESTÁ MUY CERCA DEL
CRISTIANISMO
Tradicionalmente,
los cristianos han sostenido que hay dos maneras de seguir la voluntad de Dios:
vivir según sus mandamientos y escuchar
su voz dentro de nosotros. En Lucas
17:21, Jesús recomienda lo último: “el
reino de Dios está entre vosotros”. Lo mismo hizo Agustín: “entré a las profundidades de mi alma, y con
el ojo de mi alma vi la Luz que nunca cambia lanzar sus rayos sobre mí”. En
la perspectiva de Agustín, Dios es la luz interior que acciona nuestra alma. La
Reforma, también, desarrolló la idea del sacerdocio del creyente individual, en
la que cada persona busca en su interior para descubrir la voluntad de Dios. El
comportamiento externo no es suficiente, porque hay un yo interno que solo Dios
percibe.
RUPTURA CON EL CRISTIANISMO:
INTROSPECCIÓN COMO FUENTE MORAL AUTÓNOMA
Agustín
y Lutero suponían que el viaje interno es simplemente la manera de acceder al
Creador, y a través de esta relación el hombre encuentra gozo y plenitud. La
innovación secular corta la búsqueda interior de cualquier fuente externa de
autoridad, que incluye la de Dios.
El
filósofo Charles Taylor explica este punto de vista:
“Soy libre cuando decido por mí mismo en lo
que a mí concierne, en lugar de que influencias externas me formen. Nuestra
salvación moral viene al recuperar el contacto moral auténtico con nosotros
mismos. La libertad autodeterminante exige que rompa con el agarre de las
imposiciones externas y que decida solamente por mí mismo”.
LOS SERES HUMANOS: O SON ORIGINALMENTE
BUENOS U ORIGINALMENTE CORRUPTOS
La
moral secular está arraigada en la filosofía romántica de Jean-Jacques
Rousseau. En el pensamiento de Rosseau descubrimos un cisma más profundo entre
la moral liberal y el cristianismo. En la perspectiva cristiana, la naturaleza
humana está corrupta por el pecado original. El pecado original no se refiere
sólo al pecado de Adán y Eva; también se refiere a la idea de que nuestras
naturalezas son, desde el principio, pecaminosas. Agustín nos pide considerar
al bebé. Si los bebés no hacen daño, observa, no es por falta de voluntad sino
solamente por falta de fuerza. En el entendimiento cristiano, el yo
interior es corrupto, por lo que necesita de la gracia de Dios para entrar desde
el exterior y transformar nuestra naturaleza humana caída.
En
el entendimiento de Rosseau, en contraste, los seres humanos originalmente eran buenos,
pero la sociedad los ha corrompido. Por consiguiente, para descubrir lo
que es bueno y verdadero, debemos cavar profundamente dentro de nosotros mismos
y recuperar la voz de la naturaleza en nosotros.
LA ÉTICA SECULAR ES SUBJETIVA NO
RELATIVA
No
debería pensarse que la ética secular en total repudio de la moral. Preserva la
distinción entre lo que “es” y lo que
“debería ser”. Deberíamos seguir el
llamado de nuestro yo interno; si no lo hacemos, no estamos siendo fieles a
nosotros mismos y estamos perdiendo la meta de la autorrealización. Esto es
subjetivismo –porque cada uno de nosotros tiene una manera distinta de ser –pero
no es relativismo, porque no hay ninguna sugerencia aquí de que “todo vale”. En la ética secular, el yo
interno habla definitivamente y estamos obligados a seguirlo. La
moral secular no difiere del cristianismo al rechazar la noción del bien, sino
al postular una fuente interna autosuficiente para lo que es bueno.
EL AMOR MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
El
atractivo más profundo de la moral secular es el papel que tiene en la
formación y preservación de las “relaciones
de amor”. ¿Cómo sabemos que amamos? No hay otra manera más que buscar
profundamente dentro de nosotros mismos y consultar la voz interna, que no es
la voz de la razón sino la voz del sentimiento. Sucumbimos a ese yo interno tan
completamente que sentimos que hemos perdido el control. No amamos, sino que
estamos “enamorados,” y ahora no
somos totalmente responsables de lo que hacemos.
El
amor es el pecado por el que nos es casi imposible arrepentirnos. El
amor los ha transportado a un estado casi trascendental fuera del mundo real,
pero más real que el mundo. El amor de esta clase está, muy
literalmente, “más allá del bien y del
mal”, y por eso es que la nueva moral ha llegado a ser una justificación
tan poderosa para el pecado. Cuando el yo interno impone amor, lo hace de
manera autoritaria de un modo desafiante y sin consideración del riesgo, del
precio ni de otros compromisos. Como una vez observó C. S. Lewis, el amor
erótico de esta clase tiende a “reivindicar
para sí una autoridad divina”.
EL ‘YO’ BUENO Y EL ‘YO’ MALO
Además
hay un problema más profundo y más fundamental con la moral secular. La
moral se basa en la suposición de que el yo interno es bueno.
Encontramos la gentileza, suavidad, dulzura y compasión, con seguridad, pero
también encontramos crueldad, brutalidad, lujuria, odio y envidia. Los
humanos son, en sus profundidades más internas, calderas del bien y el mal
entremezclados.
La
pregunta de la moral secular es, al buscar al yo interno, ¿Cuál yo está
buscando? ¿Qué principio tiene que distinga al yo interno bueno del yo interno
malo? No
importa cómo se defina la moral, parece haber una tendencia humana universal a
quedarse corto de ella. En este sentido, el “pecado original” no es una
proposición teológica, sino algo que toda la gente racional puede afirmar.
La moral secular se basa en una antropología inadecuada.
Pero
el problema no está necesariamente con la autorrealización o la autenticidad.
Estos son valores morales válidos, pero por sí mismos están incompletos. Yo
debería buscar mi autorrealización, pero sólo de maneras que sean buenas. Seré
más feliz con una persona genuina y auténtica, pero sólo si esa autenticidad y
franqueza son aliadas de la bondad. Recordemos que a Hitler no le faltó compromiso ni autenticidad.
LA CONCIENCIA: EL ESPECTADOR IMPARCIAL
Curiosamente
la solución cristiana para este problema no es religiosa. No es aceptar a
Cristo y convertirse en un cristiano nacido de nuevo. Más bien, es
seguir el camino analizado del “espectador imparcial”, que es tomar la
conciencia como guía. Para la gente religiosa, la conciencia es el
divino capataz interno –lo que John Henry Newman una vez llamó “el principio vinculante entre la criatura y
el creador” –pero la gente secular no tiene que creer esto para reconocer
que ellos también tienen un espectador imparcial que pueden buscar. Este
espectador imparcial frecuentemente nos dirige a actuar en contra de nuestra
inclinación e interés propio. La conciencia puede ser el enemigo del amor,
y también un verdadero aguafiestas, pero la conciencia es lo que permite que un
hombre remonte de ser prisionero de sus inclinaciones. La conciencia nos
permite ir más allá de lo que se siente bien y hacer lo correcto.